Casi cinco años después de la pandemia, los volúmenes de movilidad, tanto en oferta como en demanda, han superado los niveles previos a 2019. Eso sí, es muy diferente a la que existía antes: se ha vuelto más heterogénea, con patrones de horarios y desplazamientos más variados. Además, la movilidad interurbana y de ocio ha ganado protagonismo frente a la movilidad urbana obligada.

Los acontecimientos de los últimos años están impulsando cambios de una magnitud y velocidad inéditas en todos los ámbitos, lo que plantea el reto no solo de adaptarse rápidamente, sino también de regular para mitigar sus efectos negativos y extender sus beneficios de manera equitativa. La movilidad, vital para el desarrollo de todas las actividades sociales y económicas, experimentó una paralización sin precedentes durante la crisis sanitaria de la COVID-19. En las ciudades, el uso del transporte público se desplomó aún más, con caídas de entre el 70% y el 90% debido al temor al contagio.